Una mujer en un supermercado sigue a un abuelo y a su nieto que se porta mal.
Tiene las manos ocupadas con el niño gritando pidiendo dulces, galletas y todo tipo de cosas.
El abuelo dice con voz controlada:
“Tranquilo, William, no tardaremos”. . . chico fácil.”
Otro arrebato y oye al abuelo decir tranquilamente:
“Está bien William. Sólo un par de minutos más y saldremos de aquí. Aguanta, muchacho”.
En la caja, el pequeño horror tira objetos del cochecito.
El abuelo vuelve a decir con voz controlada:
“William, William, relájate amigo, no te enfades. Estaremos en casa en cinco minutos, mantente tranquilo, William”.
Muy impresionada, sale hacia donde el abuelo está cargando la compra y el niño en el coche.
Ella dice:
“No es asunto mío, pero estuviste increíble allí. No sé cómo lo hiciste.
Todo ese tiempo mantuviste la compostura y, por muy ruidoso y perturbador que fuera, seguiste diciendo con calma que todo estaría bien.
William tiene mucha suerte de tenerte como abuelo”.
“Gracias”, dice el abuelo.
“Pero yo soy William. El nombre del niño es Kevin”.